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LA BIOGRAFÍA DE JUAN MARSÉ DESVELA LA TRAMA DE LOS PREMIOS PLANETA

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¿Sabían que en el informe de lectura que se entrega a los miembros de jurado del Premio Planeta sobre los libros finalistas se incluyen dos puntuaciones –del 1 al 10- y que una de ellas evalúa literariamente el manuscrito y la otra puntúa su carácter comercial; si se venderá más o menos a ojos del autor del informe?

Tiene razón Juan Bonilla cuando en su magnífica reseña publicada el viernes pasado en EL CULTURAL (aquí) afirma que “Mientras llega la felicidad”, la biografía de Juan Marsé que ha firmado Josep Maria Cuenca y acaba de publicar Anagrama, es un libro “espléndido”. Cómprenlo y léanlo. Se lo van a pasar muy bien, no me equivoco.

El trabajo de Cuenca se nutre de las declaraciones de Marsé y de sus conocidos, de su correspondencia, del contenido de sus diarios y de abundante bibliografía. 638 páginas en las que, como dice en una demostración de sensatez y humildad el autor en el prólogo, no se ha pretendido responder a la pregunta “¿quién es Juan Marsé?”, sino a “¿Qué ha hecho Juan Marsé?”. Entre las muchas cosas que se cuentan en esta biografía hay un asunto del que ningún medio de comunicación –por miedo a las represalias de PLANETA- se va a hacer eco. Me refiero a los motivos reales –con pelos (no en la lengua) y señales- por los que Marsé dimitió como jurado del Premio Planeta en 2005. Por su interés histórico y porque, como decía, nadie lo va a reseñar, reproduzco algunos párrafos correspondientes a las páginas 600, 601, 602, 610, 611, 612 y 613 de este libro.

En estos extractos podrán ustedes leer las expresiones textuales (sacadas de sus diarios) de Juan Marsé , por ejemplo, tachando a Emili Rosales (actual secretario del Premio Planeta) de ser un incompetente; calificando la postura de Pere Ginferrer de patética y despreciable y relatando cómo el escritor peruano Baily –que quedó finalista en 2005- le reconoció tomando una copa en el Majestic que su novela estaba a medio escribir y que le dijeron que iba a ser finalista y por eso la mandó a concursar. También podrán leer lo que Marsé opina de los periodistas culturales: “El periodismo cultural de este país es lamentable”. Y lo mejor: aprenderán los entresijos y tejemanejes que nadie ha contado hasta ahora sobre el dichoso premio.

En 2005 se conoció el porqué de la dimisión de Marsé (aquí), el escritor publicó un comunicado. Pero contados los motivos cómo se contaron -la prensa cultural, ya saben-, quedó todo como una pataleta del viejo gruñón de Marsé. Ahora –diez años después- lo aportado por Cuenca en la biografía recientemente editada ofrece un retrato más completo gracias a la distancia temporal, a las declaraciones sosegadas del escritor y a la transcripción de las entradas de su diario de aquellos días.

Para los junkies de la bronca que siempre tienen prisas y prefieren esnifar la tinta del escándalo –para twittearlo- en lugar de leer los textos sosegadamente, subrayo en negrita las partes más sabrosas. ¡Cómo disfruto algunos días -todo hay que decirlo- escribiendo este blog!

Pág. 610

Tras la edición del premio Planeta de 2004, Juan Marsé se había reunido con José Manuel Lara Bosch, presidente de Planeta, y le había exigido algunos cambios en el funcionamiento interno del jurado como condición para seguir formando parte de él. Cuenca transcribe literalmente las palabras de Marsé:

Insistí mucho en la necesidad de introducir cambios en el equipo de lectores que hacía la selección previa de manuscritos y dictaminaba cuales eran las obras finalistas. Porque ese equipo, que dirigía un tal Emili Rosales, era de una incompetencia total. Todos los informes que hacía para el jurado -alguno incluso estaba firmado por el propio Rosales- eran malísimos; decían cosas como: “Novela que va a cambiar el curso de la literatura contemporánea“, y constaban de dos partes: una literaria y otra comercial. Normalmente la comercial era la más honesta y la literaria, la más demencial. Por todo esto le pedía Lara que introdujera cambios en el equipo, porque trabajando así no era de extrañar que entre las novelas descartadas hubiese alguna realmente buena. Yo quería, además, un listado de las novelas presentadas con una ficha informativa, por si me llamaba la atención alguna novela descartada. A esto último Lara me respondió, sorprendido, que eso nunca se había hecho. Yo le repliqué que el Premio La Sonrisa Vertical de Tusquets sí se hacía y le sugerí que llamara a Beatriz de Moura y Toni López; lo hizo y se lo confirmaron. Y, por último, yo quería librarme de tener que intervenir en público, porque si tenía que hacerlo y me hacían preguntas contestaría con total sinceridad. Lara me aseguró que en las ruedas de prensa del Planeta los periodistas nunca preguntaban nada, y que sólo hablaba Carlos Pujol en nombre del jurado, pero luego no ocurrió así. En fin, que ante mis peticiones, Lara me dijo que de acuerdo, pero al final no cumplió. Y no sólo no cumplió, sino que ha promocionado todavía más arriba a ese incompetente de Rosales.

Nota de la sargento: hoy Emili Rosales es el secretario (“con voto”) del jurado del Premio Planeta, puesto en el que sustituyó al recientemente fallecido Carlos Pujol. También es, dentro del grupo Planeta, director literario de Destino, y desde 2014 suma a sus atribuciones la dirección editorial del Grup 62, lo que incluye los sellos Columna, Proa, Pòrtic, Edicions 62 i Empúries. (la edición en catalán).

Sigue Cuenca, autor de la biografía, en la página 611:

Lo que Marsé percibió como problemas en 2004 se repitió casi al milímetro en 2005. Los hechos lo prueban por sí mismos. Emili Rosales, como editor del Área de Ficción de Planeta, entregó a Marsé una carta fechada el 22 de septiembre de 2005 en la que especificaba que adjuntaba los “los cinco originales elegidos por el comité de lectura entre los finalistas al Premio Planeta 2005. Asimismo, incluimos dos informes de lectura distintos para cada una de las diez obras finalistas. Le recordamos que tanto el resto de finalistas como el conjunto de los originales presentados al premio, con sus correspondientes informes de lectura, están a su disposición”.

Marsé leyó las cinco obras mejor situadas. De la novela que acabaría siendo la ganadora -titulada de forma provisional Si fuera noche y firmada con el seudónimo Camille Claudel- había recibido de Rosales dos informes realizados por dos lectoras externas por encargo de la editorial. Ambos informes no ahorraban elogios que, sin ser entusiastas, no dejaban de avalar la obra. Uno había sido redactado el 29 de junio y el otro el 8 de septiembre. Era evidente que la opinión de los informes no coincidía con la de Marsé, expuesta -como en él es habitual en estos casos- en un papel reciclado con su no menos habitual caligrafía médica.

   Solamente una pregunta. ¿Alguien de los presentes se ha leído hasta el final este artefacto de tedio y molicie interminables?

   Una vez más me he visto sorprendido por la valoración literaria en el informe de la preselección. Un 7 sobre 10. Y la valoración comercial aún es más alta: un 8,5. Francamente, me parece que eso es poner en serio peligro la estabilidad mental de los lectores habituales de los Premios Planeta, ya de por sí bastante deteriorada.

En cuanto a la obra que resultaría finalista –Ya no sé quién eres, firmada por El intruso sentimental-, Marsé redactó las líneas siguientes:

Una especie de culebrón peruano ternurista y desaforadamente verboso, tan decantado a lo sentimental y sensiblero que da grima. Juraría que el autor escribe telenovelas de éxito en su país. Trufada de diálogos ñoños y afectados, redundantes y vacuos a ratos, o pretendidamente graciosos, y reiterativos. un hablar bonito, con ribetes de folletín -pasando de puntillas por lo escabroso, y eso que el protagonista es escritor-. Y al cabo, inverosímil, todo servido en una prosa simplona que duerme a las ovejas. Lo que más me fastidia es el alarde de buenos sentimientos de que hace gala el autor. (…)

Según los informes de lectura para la preselección, esta es la novela con la puntuación más alta entre las 5 finalistas: un 8 y un 10 sobre 10. El informe concluye con esta valoración: “Esta obra se sitúa en la vanguardia de un cierto costumbrismo postmoderno.” Pues vaya. Leído esto, van permitirme que mantenga toda clase de recelos y suspicacias sobre la evaluación en la criba de las obras presentadas a concurso.

El sábado 15 de octubre tuvo lugar la ceremonia del fallo del Premio Planeta 2005, cuyo jurado era idéntico al de 2004 -las palabras son ahora de Cuenca-. La atmósfera del evento ya estaba enrarecida desde el día anterior, cuando a la pregunta de un periodista sobre el nivel de las obras presentadas a concurso Marsé respondió que era “bajo y en algún caso subterráneo“. Cierta tensión, por tanto, aunque en todo momento contenida, era palpable. la ganadora fue María de la Pau Janer con la novela Pasiones romanas, y el finalista Jaime Bayly por Y de repente, un ángel. Dos nombres mediáticos, comercialmente satisfactorios, lo que no siempre consigue el Planeta en sus últimas ediciones. (…) Marsé, de hecho, dimitió como jurado del Planeta un día antes del fallo. Ese mismo día le dio a leer a Lara un comunicado redactado para la ocasión que fue difundido el día 17.

Nota de la sargento: ese comunicado, en sus líneas básicas, coincide con lo recogido en el artículo de EL PAÍS de fecha 18 de octubre de 2005 que hemos metido en un “link” más arriba (este). Lo más destacable de aquél escrito de Marse fue: “Aunque sólo fuera por respeto a los demás autores que se han presentado al concurso y no han llegado a la final, yo no podía celebrar las novelas ganadoras, que considero fallidas. Los autores, que esta vez no han llegado, también merecen la verdad.”

Un párrafo más adelante Cuenca, el autor de la biografía, cita unas interesantes palabras de Marsé referentes a ese premio Planeta de 2005: “Después del premio, Jaime Bayly quiso hablar conmigo y quedamos un día para tomar una copa en el Majestic. Me confesó que su novela no estaba terminada, que algunos capítulos sólo estaban apuntalados, y que entonces le comunicaron que iba a ser finalista del Planeta y la acabó deprisa y corriendo. “Acepté”, me dijo, “y sé que no tendría que haberlo hecho”.

Pero -ahora escribo yo, la sargento- como deja claro el autor de la biografía, el malestar, el mosqueo de Juan Marsé, venía de años atrás. Por eso volvamos a la página 600 del libro para saber lo que ocurrió en 2004:

Pág. 600

El 29 de septiembre de 2004 Marsé anota en su diario:

Llamo a Carlos Pujol para comentarle que la calidad de los originales para el P. Planeta es peor que mala. Que lo sabe, dice. El premio no puede declararse desierto. ¡Es algo horrible!

Pág. 601

El día 12 -sigue Cuenca-, a tres días de la concesión del Planeta, Marsé habla con Lombardero, secretario del jurado, que le hace saber que los miembros del mismo están obligados a votar a alguna obra. El novelista anota: “Le digo a Manolo [Lombardero] que esto para mí es grave: yo no votaré a ninguna de las cinco finalistas (no son diez, como dice la prensa) por respeto a mi profesión, al jurado y al mismo premio, ya que las obras son infumables. A ver cómo arreglamos esto”. El día 13 la entrada del diario [de Marsé] trata íntegramente del Planeta:

   Lo del Planeta pinta mal. Mejor dicho, yo pinto mal en ese premio. Carlos Pujol dice que, uno de los originales, el de ciencia ficción (de TBO) le pareció entretenido. ¡Cielo santo! Le hacía a Pujol un criterio más exigente. Acerca del otro original en liza –según todas las apariencias la señorita Etxebarría- Pere Gimferrer me dice por teléfono que, al menos, no le ha aburrido. Pues sí que estamos bien. Le repito al Pere lo que le dije a Manolo Lombardero. No voy a dar ningún voto a una obra que es una vergüenza, un insulto a mi inteligencia, al jurado y al premio mismo. El Pere me dice que hable con el secretario del premio, que no es otro que Manolo Lombardero. ¿Qué va a pasar? Por encima de todo, yo quiero obrar limpiamente, según me dicta mi conciencia y aunque mi criterio vaya en contra del interés comercial de Planeta y el Premio.

Mientras que el día 14 Marsé anota lo siguiente:

   Rueda de prensa del P. Planeta. El pobre Carlos Pujol, portavoz del jurado, anuncia a los periodistas que el nivel de calidad literaria es altísimo, y señala cuatro vaguedades sobre las tendencias argumentales de las novelas finalistas, que son diez, dice, cuando en realidad son cinco. La rueda de prensa tiene lugar en el Palau de la Música. Mogollón de periodistas, venidos de comarcas a por el regalo de Planeta: un portafolios y un libro sobre arte español. Como borregos. Ninguna pregunta sobre literatura. El radiofonista Joan Armengol me pregunta si estoy cómodo como jurado del premio. Le digo que yo estoy cómodo leyendo buenas novelas. Luego charlo un rato con J. Ramón Iborra, de El periódico. Rosa Mora me dice: “Seguro que tienes más información sobre las obras a concurso”. Le digo que sí, pero ¿por qué no me lo ha preguntado en la rueda de prensa? Has perdido la ocasión de informarte. ¿Por qué no preguntáis cuando hay que hacerlo? Me da la razón. El periodismo cultural de este país es lamentable.

La entrada del día 15, el de la entrega del Planeta, dice:

   A las dos me recoge un taxista (Paco, muy simpático) y me lleva al restaurante Vía Veneto. Comida-trabajo con el resto del jurado y con José Manuel Lara de mirón. Rosa Regás, Carmen Posadas, Pere Gimferrer, Alberto Blecua, Antonio Prieto, Carlos Pujol y Manolo Lombardero de secretario, sin voto. Empieza a hablar Blecua y hace un increíble elogio de la infame novela de L. Etxebarría. Llega a calificar a esa niña estúpida de “transgresora” literaria. La Posadas, aleccionada por mí, dice que ninguna de las cinco novelas le gusta. Antonio Prieto critica algo a la Etxebarría, pero al cabo dice que es la mejor opción. Pujol también. Rosa Regás también. P. Gimferrer me resulta el más patético y despreciable, por ser el más inteligente: dice que la novela de esa chica “no le aburre”. Yo me la cargo furiosamente […] y declaro que no votaré a ninguna de las cinco por considerarlas un insulto a mi inteligencia y un desprecio al jurado. Pero sé que el premio no puede declararse desierto, etc. La cena y la entrega del premio, con la asistencia de la ministra Calvo y del president de la Generalitat Pascual Maragall, y, sobre todo, la rueda de prensa con los ganadores (L. Etxebarría y F. Torrent, el valensianet trepa, los dos pésimos escritores) un horror. Tengo que replantearme dimitir como jurado.

El día 20, Marsé escribe en su diario:

Me siento sucio.”

A partir de aquí soy yo, vuestra querida sargento Margaret, la que escribe.

Juan Marsé, como ya han podido leer en la primera parte de este “post”, dimitió al año siguiente, en 2005. Hoy, pasados diez años y gracias a su biografía, tenemos la suerte de poder leer lo que ocurrió y de conocer cómo funciona –down in the underground– el Premio Planeta.

Mientras copiaba estas líneas una idea rondaba mi cabeza. Me imaginaba las caras de los miembros del jurado al reunirse por primera vez para decidir el ganador y el finalista del año siguiente, 2006. Qué pensarían entonces Rosa Regás, Carmen Posadas y Pere Gimferrer, por citar solo a tres de ellos, conocedores de los motivos por los que Juan Marsé, su compañero de jurado y respetado escritor, había dimitido el año anterior. ¿Se preguntarían por qué ellos no habían renunciado también a ser jurado? ¿Pasaría por su mente, como si fuera una película de arte y ensayo o una de Chiquito de la Calzada, su carrera como escritores y como intelectuales? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Se haría alguno de ellos esa pregunta?

Información necesaria: Juan Marsé ganó el Premio Planeta en 1978 por La muchacha de las bragas de oro. Juan Marsé entró en el jurado del galardón en 2004 para sustituir a su amigo Manuel Vázquez Montalbán que había fallecido en 2003. Con lo que sólo formó parte del jurado en dos ediciones (2004 y 2005). Marse actualmente edita sus novelas con Penguin Random House.



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